jueves, 2 de enero de 2014

Niños explotados en el país del cacao

Al final de Duékoué, localidad marfileña de la zona Oeste, destacada por la producción del cacao, tres adolescentes salen de un autobús destartalado. Los jóvenes, visiblemente agotados por un viaje de 30 horas a través de carreteras polvorientas, parecen perdidos. "Venimos a encontrarnos con nuestro tío", dice Ouédraogo, uno de los jóvenes. El dice que tiene 16 años, aunque nosotros calcularíamos que al menos tiene tres menos. Un hombre rápidamente se acerca y los coge diciendo "son mis hijos".


Esta no es una escena ausente de contenido, sino más bien propia de los niños víctimas del tráfico de menores para la explotación. Marie Gbè, vendedora de naranjas, no se sorprende. "Yo los veo a menudo, vienen a trabajar a los campos de cacao, es la recolecta", dice la joven.

Yao Bi Gohi, miembro de una ONG marfileña que ayuda a los disminuidos y lucha contra la explotación de los niños, confirma que "los niños llegan desde Burkina Faso, Mali, Niger. Cuando se pregunta a los agricultores, éstos dicen que son sus hijos", explica la trabajadora. En una región donde más de la mitad de los nacimientos no son declarados, es difícil de probar las irregularidades

Consentimiento paterno

Ignoramos el número de niños que pueden verse involucrados en esta trata de menores, pero lo que es cierto es que los padres son conocedores y lo consienten. "Hay una gran red detrás de todo esto. El menor hace un contrato, le  pagan su viaje y a cambio el trabaja. Los padres son demasiado pobres como para mantener a sus familias y les dicen que en Costa de Marfil hay dinero y que los niños enviarán a casa lo que ganen" señala  Gohi.

Ousmane Ouattara es alto y musculoso, no tiene el cuerpo de un niño, pero a sus 15 años tiene claro una cosa "yo he venido a trabajar al campo hace un año". Originario de Ouahigouya, en el norte de Burkina Faso, su patrón pagó el billete de ida hasta Duékoué. «El dueño de la explotación agrícola se ha negado a pagarme, apenas me daba para comer a cambio de mi trabajo", dice el joven. Ousmane robó entonces 5.000 Fcfas para poder comprar un billete de autobús y huir del pueblo para buscar trabajo en otro lugar.

En la carretera un militar controla e idetifica a los pasajeros de los autobuses, pero Ousmane no tiene ningún documento de identificación. "Vosotros los extranjeros os paseais por nuestro país sin identificaros", dice el militar que obliga al joven bajar del autobús. Ousmane tiene que pagar 500 Fcfas para poder continuar su viaje, pero el militar no se pregunta ni muestra interés de como es que un adolescente menor de edad y extranjero viaja solo.

Inseguridad

En la región de Costa de Marfil que ha conocido los episodios más violentos de la crisis marfileña de 2010-2011, los controles son numerosos y los militares tienen más preocupaciones que luchar contra el tráfico de niños. "El fenómeno de la trata de menores ha aumentado después de la crisis y llegan autobuses llenos de menores", explica Clément Dago, responsable de la protectión de niños para la ONU en Costa de Marfil.

El pueblo de Blenimehouin está sólamente a 25 km de Duékoué, pero son necesarias 3 horas de viaje para llegar por unas carreteras realmente complicadas. Aquí todos ven pasar los autobuses con destino al Monte Péko, donde el jefe de la milicia, Amadé Ouérémi ha destruido el bosque protegido para cultivar cacao. Por su parte, el pasado mes de junio el Gobierno marfileño ha enviado al ejército para controlar el monte y frenar el avance de los cultivos de Ouérémi . A la espera de una solución se ha autorizado a 27.045 personas censadas permanecer en el lugar. La mitad de estas personas son menores y el 95% proceden de Burkina Faso.

"Ciertos niños permanecen en el bosque desde que llegaron. Ellos trabajan gratuitamente hasta que le atribuyamos el terreno al que lo explota", señala Dago de la ONU. Este fenómeno no es único. Existen otras zonas como estas en el país, concretamente en el Parque Nacional de Tai al sueroeste de Costa de Marfil donde se permite a los agricultores explotar ilegalmente los terrenos y utilizar como mano de obra a decenas de menores. 

El Centro Social de Duékoué, responsable de la protección de los menores de la región, gestiona este problema como puede. En junio de este año cinco jóvenes procedentes de Benin fueron localizados y dos de ellos salvados de los campos de cacao. Cinco meses más tarde, las autoridades todavía no saben que hacer con otros tres menores de 13, 15 y 17 años ante la falta de un acuerdo de repatriación. El personal del centro se niega a dar más datos para proteger a los jóvenes mientras el fenómeno se acentúa.

Condiciones horribles

En el campo no hay agua potable, ni electricidad, los jóvenes duermen a la intemperie cubiertos por hojas y ramas, en una región donde el paludismo es endémico y donde las picaduras de serpientes son mortales. "Ellos viven en condiciones horribles y no hay ninguna medida sanitaria. Le prometen sobre 300 euros por cada cosecha, pero le retienen el dinero usando distintas tácticas y muchos se encuentran sin medios económicos", dice Yao Bi Gohi, de Asistencia Marfileña a los Dismonuidos y a la Infancia, una ONG que lucha contra la explotación laboral infantil. 

Costa de Marfil y las multinacionales del chocolate no se han quedado de brazos cruzados ante el trabajo infantil en el campo. Los grandes exportadores, como Nestlé, Hershey y Cargill, Han fundado la Inicitiva Internacional del Cacao que genera más de 3 millones de dólares en proyectos cada año. El gobierno marfileño ha multiplicados sus esfuerzos a través de acuerdos de repatriación con Burkina Faso, campañas publicitarias y leyes más estrictas. "Existe una voluntad honesta de cambiar las cosas" dice Louis Vigneault-Dubois, responsable de comunicación de UNICEF.

A pesar de todo es imposible garantizar que los 600.000 productores que trabajan en el sector no utilicen mano de obra infantil, así como los numerosos intermediarios entre productores y exportadores que dificultan la búsqueda de estos niños y jóvenes..


"La lucha es larga y hace falta cambiar la mentalidad, para lo que se necesita tiempo sobre todo entre la población más pobre y vulnerable" señala Vigneault-Dubois. El agricultor medio gana 1.500 dólares por año, cantidad con la que debe cubrir las necesidades de su familia y de sus terrenos. Difícilmente se le puede pedir que prescinda del trabajo de los jóvenes extranjeros que para él son imprescindibles para su propia supervivencia. 

Fuente: La Presse.ca
Texto: MARC-ANDRÉ BOISVERT

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